EDÉN

El Gringo  se levantaba a la madrugada para guiar los tomates y después hacía el laboreo en las verduras. Era su rutina desde que había sembrado   los terrenos  baldíos del pueblo.
Algunos contaban que una primavera apareció con  bolsas de semillas,  palas,  picos y  azadas.  Ninguno en Campo Olvidado  estaba seguro de cómo había  conseguido los permisos municipales o si realmente los tenía pero como su obrar no parecía amenazante, lo dejaron hacer.  Los habitantes  de esa   villa  construida en la meseta patagónica relataban  que así  había comenzado todo  aunque  no recordaban  bien los detalles,  lo que sí tenían  presente  era que,   desde entonces, el pueblo se transformó.  Fue  frecuente ver a los hombres y a  las mujeres  regando, quitando yuyos. Con respeto, con cuidado, cosechaban   las achicorias, las zanahorias tiernas y las mentas que se multiplicaban junto a las hamacas de la plaza, en  los canteros de  la calle principal, al costado de la canchita de fútbol  y  de la vía del tren . También afirmaban  que las huertas comenzaron a multiplicarse y ya nadie estaba seguro de cuántos ni quiénes eran los sembradores. Confesaban  que, antes,  no  hubieran imaginado que el espacio en donde residían   tuviera  tanto  potencial  pero luego ya  no podían  entender  por qué en los pueblos aledaños se desaprovechaba tanto la tierra. 
El  Gringo  era un hombre de mucho trabajo y de palabras escasas y confusas,  hablaba una  mezcla de varios idiomas de difícil traducción. Cuando lo interrogaban por su origen ( todos sabían de su extranjería pero ninguno conocía su verdadera historia) murmuraba algo que, según sus interlocutores más frecuentes,  tenía relación  con  una guerra, con  la devastación  de  una huerta que había sucumbido al horror de las bombas y  luego se quedaba en silencio.  En las noches de fiesta y de cervezas se ponía más locuaz,  sus mejores intérpretes  decían  que reiteraba una y otra vez  que  el hombre  no habían sido expulsado, que  se habían marchado por propia voluntad  porque  los frutos ya no eran buenos   pero que  "El Jardín"   podía encontrarse en cualquier lugar. Pensaban que se refería al Edén  aunque admitían que era  posible que estuviera hablando de cualquier otra cosa.
Conocí   Campo Olvidado  de casualidad,  cuando vendía libros, era un oasis de brillo intenso  a pesar de que por esa época el Gringo ya había partido.

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