Volví al amanecer y la mamá me recibió a los gritos ̶ Ya no sé que voy a hacer con vos, en la escuela se cansaron, me dijeron que cómo van a estar seis años para que aprendas a leer, si los otros ya escriben bien y ya vas para los catorce. No sé si no andarás por el boliche, que es lo único que te falta, a ver acercate, que te huelo ̶ No me acerqué porque no sabía qué olor tenía, seguro a menta , a berro porque allí fue todo, sobre los yuyos mojados, al costado del arroyo, donde llevo las cabras a tomar agua. No me acerqué y la mamá se enojó más -Viste ya sabía yo que ibas por malos pasos, si para juntar los cabritos tardás horas y casi siempre hay alguno que se pierde y para encontrarlo tardás muchas horas más- Tenía razón, me gustaba soltar las cabras y buscarlas y encontrar los hormigueros nuevos, esos que aparecen después de las lluvias. Me gustaba más mirar la tierra que ir a la escuela, no sé, capaz que la maestra también tenía razón, me distraía mucho, "me iba" como ella decía, quien sabe a dónde. Ella no sabía, yo tampoco sabía pero ahora, después de esta noche, me parece que voy a saber a dónde hubiera querido ir.
La mamá gritaba cada vez más ̶ Andás como tu padre, puro boliche hasta que un día no volvió más, tan tonta soy que hasta lo busqué por el monte, por las dudas se hubiera golpeado borracho y después parece que andaba por San Pedro o por Tulumba o por Deán Funes o vaya a saber por dónde, haciéndose el novio ̶ Recién entonces se me ocurrió que mi padre se encontró con lo mismo que yo y por eso no volvió, yo tampoco hubiera vuelto, volví porque soy lerdo, tenía razón la maestra, pero además volví porque soy miedoso, nunca pensé que algo que me gustó tanto pudiera darme tanto miedo.
̶ Mamá, me encontré con el Flaco ̶ le dije, porque estaba cada vez más enojada, la conozco, gritaba y gritaba y al final me tiraba con las papás si estaba en la cocina o con las zapatillas, y era cierto, en la curva de las tunas venía el Flaco y nos saludamos y como de costumbre me cargó con mi altura, que estoy encorvado y después de lejos gritó ̶ A mí no me engañás, Negro, en el monte , tenés alguna chica y te hacés el perdido y vas a ... - y siguió gritando pero no entendí qué decía, aquí todo depende del viento, el viento venía del norte y a lo que gritaba el Flaco, se lo llevó, como se llevaba las semillas y las pajas, pero no importaba, seguro que no era lindo lo que decía, no era mi amigo, ni él , ni los otros.
̶ Te lo dije, ya sabía, el Flaco seguro te llevó al boliche ̶ No, el Flaco iba para el pueblo pero no le contesté nada, yo andaba buscando a la Manchada, que siempre se cruza el cerro y sube, sube como si quisiera tomar agua de las nubes, la mamá no me iba a creer, para qué decirle que atravesé la sierra y el sol se había ido y que cuando llegué al arroyo desde lejos vi el bulto y como soy curioso y siempre ando buscando hormigueros nuevos, vertientes nuevas y sendas nuevas, me acerqué.
̶ Acercate que te huelo, ya lo voy a agarrar al Flaco, lo voy a dejar más bizco de lo que ya es o le voy a enderezar los ojos de un coscorrón, que vaya solo a chupar ̶ Me acerqué y algo habrá olfateado de lo que realmente pasó porque se quedó calladita como encantada ella también con el olor a tierra húmeda, a bosta, a yerba buena, que seguramente yo tenía.
Me acerqué y como ya estaba bastante oscuro, solamente la luz de la luna iluminaba a la señora que me esperaba quieta entre los árboles, sé que me esperaba aunque no me llamó por mi nombre, no dijo Negrito, ni Juancito, ni muchacho, nada, tal vez el canto que se escuchaba era su voz y no eran los pájaros, capaz que sí me estaba llamando, capaz que ella hablaba como pájaro porque me parece que también sus brazos eran como alas pero no estoy seguro. Me acerqué tanto que pude sentir el olor de su boca que era suave y caliente y su piel o sus plumas eran más mansas y tibias que los cabritos cuando recién nacían, cuando las madres los lavaban con tanto cuidado, el mismo cuidado que yo tuve cuando lamí sus ojos gigantes o cuando, sobre los berros, esperamos a que la luna se destiñera.
Me acerqué a la mamá y dejé que me oliera pero no le dije nada o dije que me había quedado mirando la luna y era cierto, no podía contarle que alguien me había abrazado y que por primera vez había sentido que no era el tonto del pueblo, había sentido que yo era hermoso porque alguien me había susurrado (aunque no estoy muy seguro si era el canto de los pájaros) que me quería, que me quedara allí, que me fuera con ella y fue entonces cuando tuve miedo, corrí y me raspé con los piquillines (ella no me arañó, de eso estoy seguro). Y después de todo, tal vez tenían razón los del pueblo, tal vez soy un tonto y no voy a cambiar más, porque me dio tanto miedo que corrí, corrí , me desbarranqué cerca de la entrada y me mojé las zapatillas y me lo merezco por tonto, porque sólo a un tonto le puede dar tanto miedo, algo que le gustó tanto.
La mamá no podía saberlo pero a lo mejor mi papá, que seguro no era tan tonto como yo, se encontró con la mujer de la noche y aceptó su convite y no tuvo miedo y ahora no anda por los pueblos, ahora, vaya uno a saber por dónde anda.
Yo en cambió, les salí flojo, por eso tengo que seguir con las cabras aunque ya nunca va a ser lo mismo, cuando me distraiga y "me vaya" como dice la maestra, ahora , por lo menos voy a saber a dónde me hubiera gustado ir.
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