los gusanos inhumaban excusas,
antídotos ajados, esquelas sin señales.
Un
vecino coreaba el arrullo de los asilados de su patio,
enigmas de plenilunios o indicios.
A veces, la inocencia,
pájaros que anidaban siempre en
otros árboles.
Conjeturas fiadoras de la ferocidad agazapada,
laberintos del saludo automático.
Pero un rumor vulneró rituales
delator de recónditos torrentes
durante años buril de pesadillas,
origen acuoso del susurro.
Rescatados del abismo los
tornasoles cautivos
emboscados más allá de la mirada
y, además, los girasoles de Vincent.
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